¡Ves
que fácil es!, enganchas el cebo en el anzuelo, sueltas carrete y con un leve
giro de muñeca, lanzas la plomada lo más lejos que puedas de ti y lo más cerca de
aquello que ansías alcanzar, y luego, sólo tienes que tener paciencia, en
definitiva hijo mío, esta caña es como la vida misma, dos metros escasos de
esperanza y un fino cordel de ilusiones que casi siempre en tan sólo anhelos se
convierten, pero qué te voy a contar que no hayas descubierto ya.
Cómo
ya habrás supuesto, no ha sido ésta la única intención por la que te he traído,
en esta fría tarde de otoño, hasta este viejo estanque olvidado, que cubre ya
anciano de musgo su frente como yo cubro con la escarcha del tiempo la mía. No,
no te he traído hasta aquí para simplemente mostrarte cómo debes utilizar estas
artes y aparejos, porque sé que, en el fondo, la pesca nunca ha sido de tu
interés, que más peces cogen los sueños sin caña ni sedal que mil redes
arrojadas al más profundo mar. Si te he traído hasta este lugar, aún en contra
de tus deseos, es para contarte todo aquello que aún mantengo en mi memoria por
si el tiempo, que es un lobo que me persigue como feroz alimaña, un día de
estos me encontrara y ya sin fuerzas, no pudiera hacer frente a las dentelladas
de su olvido.
Presta
atención, pues de todo lo que hoy he de decirte, quiero que seas mi fiel escribiente,
mi más solícito amanuense, juglar de gestas y romances, y si te place, serás de
mis recuerdos el adalid que en dura justa, cuando falte mi presencia, rescates del
olvido todo aquello que merezca ser contado.
Hoy,
este viejo, que como tantos otros, cuenta los segundos con el mimo, que sólo nos
obsequia, el transcurrir de los años que aún nos quedan, te confía toda la
sabiduría que siquiera dudo si algún día poseí, pues fue mi vida penumbra y
murmullo, fueron mis noches y mis días regalos que con cada nuevo amanecer se
iban restando, y sólo el lento transcurrir de los años me ha enseñado, poco a
poco, paso a paso, el valor de las cosas pequeñas, porque de las grandes, como
comprenderás, ya me abstengo.
Pronto,
con la escasa voluntad que aún me quede para poder evitarlo, deberé
acostumbrarme a los nuevos ritos, a las falsas costumbres, a las nuevas señales
que sin duda, de aquí en adelante guiarán mi vida, y pasarán los días, llegarán
los inviernos, llegarán, sin duda, casi sin tu desearlo, y crecerás, sin duda
crecerás y algún día alguien como tú se sentará a tu lado, y te mirará con la
inquietud de aquel que no acierta a vislumbrar lo que el futuro le tendrá ya
marcado, y le hablarás como en este momento yo te hablo, hijo mío, mi orgullo,
mi estirpe, mi pequeño diablo y todo esto que ahora te cuento, tendrá sentido
como sentido tendrá algún día, en él, tu relato, y de él recordarás cada
palabra, cada guiño, cada verso que rime con cada mirada, pues sembrarás en los
labios de otro lo que hoy yo siembro en tus labios.
Mi querido
retoño, mi deseo tantos años anhelado, hoy te dicto con la tinta de mi memoria
este último dictado, tú serás mi libro, mi legado, seremos ambos todo aquello
que ser queramos, para que nadie, excepto nosotros, pueda nunca descifrar lo
que ahora compartimos en secreto. Con estas desnudas palabras quiero hacer de
ti oasis antes de que en desierto poco a poco me convierta, tú serás la semilla
con la que haré germinar de tulipanes mi huerta, y con tan sólo tu propia
voluntad, si ávidamente lo deseas, podrás llegar a cambiar hasta el curso de
los ríos, serás como ese anochecer de invierno que ya llega lentamente sin
estrellas, en la esperanza de trocarse en otro nuevo amanecer, y aunque pueda el
futuro ladrón robarme de tu cara su recuerdo y en casi un extraño a mis ojos te
conviertas, así quiero que seas por siempre, para que con tu presencia puedas
mantener viva en ti, la memoria de lo simple.
Para mi amigo Mario.
Un
saludo y espero que os guste